Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de febrero, 2009

Por qué somos como somos.

Confieso que, a veces, compro cosas en el Opencor de mi barrio. Han cerrado algunos badulaques. Además, la fidelidad étnica y el famélico estado de mi nevera los domingos por la noche han hecho que vuelva a la gran cadena española que todo lo puede y todo lo vende. Supongo que es un pecado leve. Perdóneme, padre. Aunque quizá el siguiente pecado que voy a confesar no pueda ser perdonado: también he comprado libros. ¡Libros!...reconozco que eso sí que es grave. Es una cosa compulsiva, supongo. Que me perdonen mis amigos libreros por incrementar un poco las inimaginables ganancias de "El corte inglés". El otro domingo volví a casa con un pan integral, una ensalada de bolsa, algunas latas y divulgación científica de gran superficie. Televisión empaquetada. Entretenimiento. Todo lo que llevaba, la comida, la bebida, este libro, tenía el mismo envoltorio, el mismo olor. Olor a nada, a soledad, a tristeza. Punset es un tipo irrepetible. No para. Organiza debates y simposios. Y adem

The reader

Escribía el alemán Bertolt Brecht en 1933: " ¡Oh Alemania, pálida madre! Entre todos los pueblos te sientas cubierta de lodo. Entre los pueblos marcados por la infamia, tú sobresales ". Ahora está muy de moda citar a Brecht. Creo que lo citan también unos pillos a los que están investigando por corrupción. Yo me acordaba de ese poema terrible cuando íbamos al cine a ver "The reader". Los alemanes y los austriacos se han mirado a sí mismos a lo largo de los últimos setenta años, asombrados por la sangre que manchaba su espíritu, su historia. Y han intentado expiar su pecado de todas las maneras imaginables. Así, Alemania sigue pagando reparaciones al estado de Israel. Los alemanes y los austriacos han reflexionado una y otra vez sobre el holocausto y sobre el grado de implicación de toda la sociedad en los crímenes nazis. Han evaluado sin descanso el proceso de desnazificación. " Deberíamos habernos suicidado todos al descubrir lo que habíamos hecho " dic

Dos películas bonitas.

En dos ocasiones que me sentía muy solo, dos pelis vinieron a hacerme compañía. Inevitablemente, les tengo mucho cariño a ambas películas, aunque reconozco que ambas son truqueras, facilonas, falsas. ¿Pero qué sería de la vida, sin algunos trucos de magia, sin un poco de maquillaje, sin historias fáciles? Es decir, ¿qué sería de la vida sin cine? Era un día festivo hace algunos años y no tenía nada qué hacer. No había quedado con nadie ni me apetecía leer o estudiar. Una lluvia fría estropeaba una ciudad, en la que yo era el único habitante. Recordé que una compañera de trabajo de negros rizos y sonrisa blanca, me había recomendado una peli que estrenaban. Y me fui al cine. Era "Amélie". Y me sentí feliz durante un rato. Y volví a casa sonriendo, con las pupilas llenas de perspectivas de París. Y aquella noche, dormí dulcemente, soñando con morenas ingenuas y sonrientes, como mi compañera de trabajo y como Tautou. Eran las pasadas navidades. Y me quedé solo en casa y no tenía

Enemigo a las puertas

Por la mañana, estuve hablando con unos amigos sobre Stalin. Quizá por ello, me saqué del vídeoclub esta peli bélica, ambientada en la batalla de Stalingrado. He visto esta producción europea varias veces y los primeros veinte minutos de metraje siempre me parecen sobrecogedores. Vemos llegar a los jóvenes procedentes de todo el imperio, que son arrojados sin armas y sin preparación al matadero del Volga. La Wermacht se limita a ametrallarlos y los cadáveres caen sobre otros cadáveres, hasta formar una muralla de carne humana. A pesar de la imbecilidad y la corrupción staliniana, Rusia fue capaz de parar la embestida nazi sacrificando a millones de personas. La película nos cuenta las aventuras entre las ruinas humeantes de un francotirador de los Urales, Jude Law. Al parecer, el personaje que interpreta, Vassily Zaitsev, fue real. Y se convirtió en un mito a través de la propaganda militar. Se escondía entre los escombros para ir cazando oficiales. Era una guerra dentro de la guerra.

La jungla polaca.

Durante las noches ventosas del final de enero, me he leído este libro de mi adorado Kapuscinski. Se trata de una colección de relatos que por primera vez se han publicado en castellano. Así que, aunque algunos de ellos pertenecen a sus primeros años de periodista, me han sonado como una fresca novedad, como un feliz descubrimiento. Al parecer, antes de ser corresponsal internacional de la agencia polaca de información, hizo diversos reportajes en su Polonia natal, que se reflejan en muchos de estos relatos. Nos presenta una Polonia destruida por la guerra; pero donde la gente encara las duras tareas de reconstrucción con un extraño optimismo (o quizá sería mejor decir, con una resignación de siglos). Kapuscinski se deleita en mostrarnos el alma cándida y sencilla de los campesinos, de los obreros, tan lejanos a la sofisticada y ruidosa Varsovia. Hasta los desplazados germanoparlantes son tratados con una sutil humanidad. Supongo que eran los años del realismo socialista. Es decir, el